Nunca te rindas

Una pequeña historia de cómo resurgí de mis cenizas

CONFITERÍAESPIRITUALIDAD

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Conforme vamos creciendo, nos damos cuenta de que muchas de las cosas que dábamos por sentadas pueden ir desvaneciéndose poco a poco.

Recuerdo cuando era un crío y me metieron en la cabeza que lo más útil era ir a la universidad, sacar buenas notas y portarse bien en clase. La verdad es que de pequeño era bastante travieso, y en muchas ocasiones algunos profesores llegaron a pensar que sería un adulto conflictivo.

Pese a todo, acabé madurando y haciendo lo que en realidad era lo correcto: estudiar y portarse bien, porque con ello llegaría ese ansiado trabajo y me convertiría en alguien de provecho.

Al llegar a esa etapa de madurez siempre quise convertirme en un tipo complaciente, de esos que caen bien a todo el mundo. Dejé atrás ese niño interior y me traté de volver en alguien responsable. Y realmente no lo conseguí.

Sí que es cierto que sigo siendo muy niño en algunos aspectos, quizá por eso ahora me sienta tan feliz donde estoy (vendiendo chuches en medio mundo), pero no es oro todo lo que reluce.

El gran problema de madurar es enfrentarte a los problemas de la vida. Y es que aunque teóricamente vivimos en el primer mundo, no son pocos los problemas a la hora de estabilizarse: los alquileres suben, la compra cada día es más cara, los sueldos menos competitivos, parece que hay más delincuencia y mil problemas más que no caben en este blog.

Para mí el mayor golpe de realidad fue salir de la universidad y como dijo mi padre "pasar a jugar en primera". Con mis primeras nóminas me sentía como el rey del mambo, y empezaba a pensar que la vida era para mí. Tenía más dinero que mis amigos y ya me tocaba hacer declaración de la renta ¡Qué barbaridad!

Mi primer currete fue como becario en un bufete de abogados y estuve varios años haciendo tareas administrativas en varias empresas. Realmente no me gustaba lo que hacía, pero al menos tenía trabajo. En verdad se me daba fatal, porque no me fijo en los detalles, vivo en mi mundo y muchas veces me equivocaba. Realmente cumplía, en serio, pero se notaba que no me iba a jubilar con eso.


Durante mi primera etapa profesional llegué a escuchar frases a lo Mr. Wonderful como "solo vas a encontrar trabajo por enchufe", "por favor, déjatelo si no te gusta", "en cualquier otra empresa ya estarías fuera", "no sirves" y mil cosas más. Por no hablar de auténticas barbaridades que he vivido en algunos procesos de selección. No obstante, lo que peor llevé fue cuando en efecto, una tarde me metieron en un despacho una de recursos humanos y mi responsable de aquel momento para decirme la frase que más me ha dolido de mi vida: va a haber un despido.

Fue muy hiriente, pero tocaba seguir. Y me daba la sensación de que no encontraba mi sitio. Vivía rodeado de facturas y procesos y yo me creía de verdad un auténtico inútil. He llegado a tener cinco trabajos en dos años, así que imagina la clase de crisis existencial que viví.

Por suerte llegó la pandemia. Y sí, para mi fue una bendición que por culpa del COVID me rescindiesen un contrato. Siendo egoísta, me sirvió para tirarme los días en casa pensando, jugando a la play y estudiando.

Estuve durante meses en mi casa haciendo reset, y fue allí donde decidí girar hacia el marketing. Por suerte pude matricularme en un máster y empezar a hacer cosas como las de ahora. De hecho, quise haber escrito este blog mucho antes.

No obstante, la aventura continuó, Y tras rellenar páginas y páginas de vida laboral, encontré al fin "mi sitio". No tenía ni idea de comercio exterior y por suerte acabé teniendo la oportunidad, de total casualidad. Y es que a veces las oportunidades vienen así. Encontré quien por fin apostase por mí, pese a mis constantes vaivenes.

Os contaré más próximamente :)